El ultimátum de Trump a los países latinoamericanos para que elijan entre EE.UU. y China revela la persistencia de una política imperialista que trata a la región como patio trasero, sin respeto por su soberanía.
En una nueva muestra de arrogancia imperial, el presidente estadounidense Donald Trump lanzó un ultimátum a las naciones latinoamericanas: alinearse con Washington o enfrentar consecuencias. Sus declaraciones, emitidas en una entrevista con Fox News, reflejan la misma mentalidad colonial que ha marcado la relación de EE.UU. con América Latina durante siglos: la imposición de condiciones, el desprecio por la autodeterminación y el uso de presiones económicas para someter a gobiernos que no se pliegan a sus intereses. Mientras Trump exige lealtad, su administración sigue aplicando sanciones, deportaciones masivas y aranceles punitivos, demostrando que su «diplomacia» se basa en la coerción, no en la cooperación.
La falsa dicotomía: ¿EE.UU. o China?
Trump pretende reducir las relaciones internacionales a un juego de bandos, ignorando que los países latinoamericanos tienen derecho a establecer alianzas diversas sin someterse a ningún imperio. Su molestia por la participación de Panamá en la Ruta de la Seda de China delata el miedo de Washington a perder influencia en una región que históricamente ha explotado. Pero la realidad es que, mientras EE.UU. ofrece amenazas y condicionalidades, China ha invertido en infraestructura y comercio sin imponer dogmas políticos. La pregunta no debería ser «¿con quién están?», sino «¿quién respeta realmente nuestra soberanía?».
El doble rasero de la «defensa democrática»
Mientras Trump acusa a China de «expansionismo», su gobierno ha respaldado golpes de Estado en Bolivia, sancionado a Venezuela por negarse a obedecer órdenes de Washington y militarizado Centroamérica bajo el pretexto de la «lucha contra el narcotráfico». Las deportaciones masivas de migrantes, los aranceles abusivos y el apoyo a élites corruptas demuestran que EE.UU. no busca el «bienestar» de Latinoamérica, sino mantenerla subordinada. La retórica trumpista de «América First» se traduce, para el sur del continente, en «América Latina Last».
El mensaje es claro: el gobierno de Trump no ve a Latinoamérica como socios, sino como vasallos. Pero la región ya no está dispuesta a aceptar ese rol. La resistencia de México frente a sus amenazas, el acercamiento de Argentina y Brasil a los BRICS, y el creciente rechazo al dólar en transacciones regionales muestran que el patio trasero se está rebelando. El tiempo de los ultimátums imperiales podría estar llegando a su fin.