Editorial
No me defiendas, Compadre…

Todo parece indicar que los congresistas se están esmerando en ganar una suerte de competencia de cómo hacer retroceder al país. La última de los padres de la patria es su férrea voluntad de sacar contra viento y marea una norma para poner topes en las tasas de interés de créditos y préstamos bancarios. En su oportunidad, la iniciativa legislativa había sido observada por el Poder Ejecutivo, pero finalmente la Comisión de Defensa del Consumidor aprobó por mayoría insistir en el texto de la autógrafa de ley.
Para comenzar, no existe ninguna necesidad ni mucho menos urgencia de aprobar una ley como la que está cocinando el Congreso so pretexto de facultar al Banco Central de Reserva a fijar los topes mínimos y máximos de las tasas de interés. Hay diversas normas que ya están regulando lo que se pretende normar; verbigracia, el Código Civil, la Ley Orgánica del BCR, y una serie de otras normas que se refieren a las tasas de interés del sistema financiero. Hablando en buen romance, no hay urgencia.
Lo peor de todo es que los parlamentarios no se dan cuenta que fijar intereses por ley solo terminará por hacer quebrar a los bancos pequeños y a las cajas de ahorro y crédito que son los únicos que atienden a las Mype. Los bancos grandes tienen clientes con mucho patrimonio, grandes corporaciones, y por lo tanto les brindan un interés preferencial. El bodeguero o el emprendedor con un negocio pequeño son atendidos por las cajas municipales y la banca de riesgo que por tener esa condición presta dinero a un interés más alto y ponerle topes es prohibirles que sigan operando en el país
Eso a quién beneficiaría, pues indudablemente que a la gran banca y a quién perjudicaría; no cabe duda que a las Mype y a pequeños emprendedores. Sabido es, además, que las cajas municipales pagan mejores intereses para captar ahorristas y poder prestar ese dinero, pero si salen del mercado los ahorristas tendían que dejar su dinero en la gran banca. Viendo bien las cosas, los emprendedores deberían decirles a los congresistas: no me defiendas, compadre.
Editorial
Mi abuela terrorista, a mucha honra

Querida abuela:
Disculpa que turbe la paz de tu reposo con estas líneas, pero no me queda otra. Hay una señora que no sabe que mi abuelo, tu esposo, en los años 20 del siglo pasado fue obrero de Backus, donde iba a trabajar con corbata y sarita. Tampoco sabe que en la casa de la calle Pescadería, acera enfrente de Palacio de Gobierno, pusiste un taller de modas al que asistían las señoras de sociedad.
Ahí, entre raso y seda, te diste mañana para tener seis hijos y convertirte en la mejor cocinera de Lima. Tu hija mayor, Zenobia, heredó tus dotes y se convirtió en tu asistenta en el taller hasta que una muerte prematura te la arrebató. Lo mismo pasó con mi tío Pichin. Pero tus otros hijos no te defraudaron, uno se hizo economista, otro contador público y otro ingeniero electrónico. El primero llegó a ser funcionario de la OEA y la OIT, el otro (mi padre) jefe de administración de un ministerio y el tercero instaló la primera antena de televisión del Perú. De ellos nacimos doce nietos, todos profesionales. Mira tú lo que hiciste, solo con tu maniquí francés usado y tus revistas de moda de segunda mano.
Pero ayer te debiste revolver en tu tumba cuando la señora que te cuento dijo que las abuelas que empujaban a sus hijas a profesionalizarse eran «abuelas terroristas». Yo sé que tuviste la suerte de morirte sin saber lo que significaba la palabra terrorista y que nunca llegaste a saber quién era Abimael Guzmán.
Pero la señora en cuestión, una enfermera arequipeña, que postula a la vicepresidencia de la República con el señor Rafael López Aliaga, ha puesto en la picota a una madre como tú que costura a costura, botón a botón y basta a basta, convertiste a los hijos de tu esposo obrero en profesionales de nota que, a su vez, tuvieron hijos profesionales con maestría y estudios en el extranjero, militares de altísima graduación y uno hasta empresario. dueño de caballos de carrera. Casi como los señores que iban a tu taller a recoger a sus esposas.
Pensándolo bien, a punta de aguja y dedal, ayudaste a desmoronar una sociedad cerrada y elitista donde solo existían las personas con apellido compuesto y a formar una clase media contestaria, que en su tiempo le dio voz a quienes no tenían voz en todo el Perú. De verdad fuiste una terrorista, dinamitaste la Lima aristocrática. Y lo peor, no fuiste la única, sino parte de una generación de mujeres que hicieron lo mismo y que lo siguen haciendo hoy día. Por eso, abuela, ni te molestes por lo que dijo la señora arequipeña.
Te quiere, tu nieto
Editorial
¡Ay mamita, llegaron las lluvias!

Ayer los noticieros matinales de televisión nos despertaron con la noticia y las imágenes de nuevas lluvias torrenciales en Tumbes y Piura. Varios distritos se anegaron y en algunos de ellos se cortaron carreteras. La noticia no tendría ninguna novedad si es que no fuera exactamente igual a la de marzo de 2017, cuando el Niño Costero golpeó a toda la costa norte.
Ese año, el fenómeno climático causó 100,000 damnificados, 75 fallecidos, 10,000 viviendas colapsadas y medio millón de afectados. Hasta la zona de desastre llegó un entusiasta Pedro Pablo Kuczynski quien anunció que el gobierno realizaría un inmediato plan de reconstrucción, pero que no sería una reconstrucción cualquiera si no una reconstrucción con cambios. Cuatro años han pasado, también cuatro presidentes han ocupado Palacio de Gobierno, las lluvias han vuelto a llegar, pero en el norte no hay ni reconstrucción ni cambios.
Sobre todo, no se ha hecho ningún trabajo en las cuencas afectadas, cuyos cauces están diseñados para unos cientos de metros cúbicos por segundo pero que en poco tiempo pueden recibir diez veces más de carga, deviniendo en desbordes e inundaciones.
En reconocimiento del fracaso, en el 2020 Martín Vizcarra pareció encontrar la solución perfecta: entregar las obras mayores al convenio de gobierno a gobierno (G2G) con el Reino Unido, como se hizo con los Juegos Panamericanos. La medida debería permitir eludir los paquidérmicos procedimientos de licitación pública de los ministerios y garantizar la máxima transparencia en las adjudicaciones.
Pero acabó el año, con pandemia de por medio, y la ARCC y sus asesores británicos no pudieron sino lanzar dos de los seis concursos para las cuencas afectadas, que han completado recién en el pasado mes de febrero. Es decir, el G2G se ha demorado más que los burócratas nacionales con el agravante que ningún trabajo podrá empezar hasta abril de este año. Con suerte, la reconstrucción acabará el 2022.
El otro problema es que, como en el caso de las vacunas, nadie sabe nada del costo de este proceso. Ni la PCM, ni el Congreso de la República, ni la propia ARCC han publicado monto y beneficiarios de los contratos ni plazos para su culminación (como si se hace en los demás concursos plebeyos). Cuando se ha preguntado los funcionarios han dicho que este es un tema de la consultora británica, y cuando se le ha preguntado a esta, que quien debe responder es el Gran Bonetón. En otras palabras, ni rapidez ni transparencia. Mientras tanto, solo queda mojarnos.
Editorial
Durmiendo con el enemigo

Una persona se presenta a la Facultad de Mecánica de la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI) y ofrece conseguir financiamiento para la construcción de 47 plantas de oxígeno para el Estado. Consigue la partida. No es ingeniera, pero se hace pasar por tal y es nombrada como responsable del proyecto. Por supuesto, las plantas nunca se acabaron de fabricar. El caso, que implica la comisión de más de un delito, no se descubre por acción de la universidad ni de los funcionarios que contrataron el servicio sino gracias a una denuncia periodística. En juego hay un contrato por más de 26 millones de dólares.
Hace menos de un mes, el presidente ejecutivo de PromPerú decide la contratación de una consultora para promover un evento mundial de skate que todo el mundo sabe que no se puede realizar por la pandemia. Pero al funcionario este hecho no lo inmuta. Aunque el contrato no lo permite le adelanta a la consultora 2.5 millones de dólares. El caso no se descubre por acción de la Contraloría General de la República ni del ministerio al que pertenece la entidad sino gracias a otra denuncia periodística de un programa dominical.
Han pasado los días y no hay ningún mea culpa, no hay nadie detenido, no se ha recuperado el dinero mal empleado y más bien se ha echado tierrita a estos casos.
¿No estaría bien si el presidente Sagasti y su Primera Ministra en sus habituales conferencias de prensa, en lugar de atiborrarnos con cada vez millones de vacunas que dicen que van a llegar pero que no llegan, le dedicasen unos minutos a hablarnos de qué se está haciendo contra estos y otros casos de saqueo de los fondos públicos? ¿No sería un ejemplo que este gobierno deje de encubrir a los servidores públicos que delinquen?
La mayoría de los peruanos entiende que Sagasti y su equipo ministerial no estaban preparados para gobernar y que están haciendo un gran esfuerzo para aprender, con el método de tanteo y error. Pero hay temas cruciales, como el de la corrupción sobre el cual no hay que estudiar mucho, sino que actuar rápido.
No basta decir que los responsables son funcionarios del gobierno anterior. Hay que denunciarlos y sancionarlos con el máximo rigor para que su pernicioso ejemplo no cunda y que, aprovechando la falta de preparación de los ministros, los funcionarios de segundo nivel hagan lo que quieran con los fondos públicos. Hay que sanear el Estado, caiga quien caiga, como se ha hecho en el caso de las vacunas.
Eso a menos que Sagasti se haya resignado a dormir con el enemigo.
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