Editorial
Hasta cuándo no aprendemos

El presidente Francisco Sagasti ha dicho que poco a poco y de manera segura se está cerrando la brecha de falta de oxígeno en el país para atender los casos del covid-19. Al parecer, el Gobierno confunde lo que es un paliativo con lo que debería ser una solución definitiva. Las donaciones se terminan en algún momento o hay que pagarlas a un precio mucho más alto de lo que pudo haber significado una inversión para dotar a los hospitales del Minsa de plantas de oxígeno propias.
Es bueno saber que la empresa privada no le está sacando el cuerpo a su responsabilidad social, pero el jefe de Estado debe de aprovechar este momento tan doloroso que nos ha traído la pandemia de Covid-19 para poner en valor a los hospitales públicos. En Europa ya se habla de tercera ola, cosa que en ningún lugar del mundo se puede descartar. Por ello, se debería sacar provecho de una mala experiencia para modernizar nuestro precario sistema de salud. Desde la llegada de la primera ola se ha debido aprender la lección.
El Estado no puede ponerse de costado y dejar que la empresa privada se encargue de todo. Eso nos lo ha enseñado la pandemia. El Estado no debe renunciar a hacerse cargo de la salud, la educación y la infraestructura porque después ocurre lo que nos ha pasado con ese virus microscópico que ha sido capaz de hacer colapsar todos los hospitales. La lección es que debemos de estar preparados y eso significa dotar de plantas de oxígeno a los hospitales del ministerio de Salud. Esos equipos son tan necesarios como lo son los generadores eléctricos para las salas de operaciones.
Si el Gobierno cree que pasando la segunda ola ya estamos a salvo, está equivocado. El Covid-19 es producido por un virus nuevo y por lo tanto desconocido, por lo que no sabemos cómo va a reaccionar, cuántas mutaciones puede presentar y de qué manera podremos darle la estocada final. El propio presidente Sagasti ha reconocido que el Gobierno esperaba que se duplique la demanda de oxígeno, pero que en vez de ello se triplicó; entonces hay que estar prevenidos y la solución no es importar porque estamos hablando de un insumo médico que se requiere con urgencia, con la misma urgencia que deben actuar nuestras autoridades sanitarias.
Editorial
La elección de las oportunidades perdidas

A una semana de la votación y con resultados en la mano, se puede decir que esta elección, que podía ganar cualquiera de los ocho primeros candidatos, fue la de las oportunidades perdidas.
De Soto, por sus pergaminos profesionales, era el candidato mejor preparado, con mayor posibilidad de recibir apoyo financiero y de encandilar a los. Desde el inicio se equivocó. Nombró como jefe de campaña a un técnico, como Miguel Vega Alvear, con pocas dotes políticas, y designó como vicepresidentes a dos desconocidos sin carisma. Luego, se resistió a hacer campaña, creó los mítines virtuales y supuso que su nombre bastaba para ser elegido. Quedó a solo 1.76% de Keiko. Se demoró en vacunarse. Un poco más de esfuerzo lo hubiese puesto en la segunda vuelta y, seguramente, en la presidencia.
Forsyth fue el inesperado outsider de la elección. Su juventud y su distancia de los políticos tradicionales lo catapultaron casi naturalmente. Designó dos buenos candidatos a la vicepresidencia y un buen cabeza de lista en Lima, pero sus asesores de campaña optaron por ocultarlos. Renunció suicidamente a la franja electoral y en el debate defraudó. Cayó hasta el octavo lugar y ni siquiera pudo hacer elegir congresistas,
Lescano se sacó la lotería con la candidatura, gracias a las pugnas entre limeños y provincianos de AP. Desplazó a Forsyth de las preferencias y lideró las encuestas cinco semanas. También nombró dos candidatos vicepresidenciales casi anónimos, no tuvo plan de gobierno ni equipo técnico. No supo enfrentar a los candidatos emergentes en la última quincena y en el debate se despintó, cayendo hasta el quinto lugar.
Acuña era el justo centro del espectro político. También eligió como candidatos a la vicepresidencia a dos militantes cercanos que no le aumentaban un voto. Hizo una buena selección de aspirantes a congresistas en todo el Perú, excepto en Lima y en Arequipa. Su asesor español lo convenció de adoptar un aire doctoral para contrarrestar los memes que le fabricaban cada día. Quedó séptimo, con la tercera fuerza congresal.
A todos, López Aliaga los pasó por el costado, más por los errores propios que por las virtudes de su discurso novedoso pero nocivo. También en política la oportunidad toca la puerta una vez, difícil que vuelva.
Editorial
Los ministerios de De Soto

Según Jorge Paredes Terry, el candidato derrotado Hernando De Soto, en un acto de desprendimiento político admirable, ha hecho saber a los dos contendientes de la segunda vuelta electoral que podrán contar con su apoyo a cambio de concederle el Premierato y cinco carteras ministeriales en el nuevo gobierno. El primero que responda, topa.
Como se recordará, en plena campaña, De Soto presentó un «gabinete en la sombra» (shadow cabinet), institución que viene del sistema político británico en el que el gobierno se origina en el Parlamento. Ahí, la oposición tiene un especialista en cada sector, encargado de fiscalizar al ministro y eventualmente de reemplazarlo si se produce un cambio de gobierno. En versión criolla, De Soto llamó a su equipo ministerial de «oposición leal», porque no quería pelearse con el presidente Sagasti, pero luego de presentados, sus miembros nunca dijeron ni pio. Más bien, el producto quedó en la congeladora y ahora sale a la comercialización.
El problema es que Keiko no necesita acuerdo con De Soto. A los cinco segundos del flash electoral los votantes de Avanza País ya habían decidido votar por el fujimorismo, por convicción propia. Además, si Keiko cerrara algún acuerdo con De Soto antes que con otros candidatos, todo el país sentiría que se está alineando a la derecha y regalándole el centro político a Perú Libre. Es decir, en la práctica no hay mucho que ofrecer a Keiko.
Con Castillo, es diferente. Él no tiene equipo de gobierno, ni contactos internacionales, ni predicamento ante las entidades financieras globales. Un De Soto le serviría para conocer el mundo. Pero si el 99% de los votantes del economista ya están alineados por su cuenta con Keiko, una alianza con De Soto no le garantizaría ganar votos para la segunda vuelta. Peor aún, le dificultaría las negociaciones con los partidos centristas que ya ha solicitado, cuyos líderes ven con recelo las piruetas políticas de De Soto y estarían reacios a participar en un gabinete presidido por Miguel Vega Alvear. Ergo, tampoco hay muchas posibilidades de que, por ahí, consiga las seis carteras ministeriales pedidas
Sin embargo, la oferta demuestra la profunda identificación de De Soto con el libre mercado. Si no se puede hacer negocios con vacunas, hay que intentar con ministros.
Editorial
Un lote para los «sin techo»

Contra la prédica cansina de los economistas liberales sobre la virtual desaparición de la pobreza en el Perú, hace más de seis años el antropólogo José Matos Mar se preguntaba «Si eso es así, por qué nace una nueva barriada cada día». Si hubiera tenido oportunidad de ver las ocupaciones de Morro Solar y Lomo de Corvina, ocurridas la última semana en Lima, habría sonreído complacido de la vigencia de su tesis del «desborde popular».
Y es que en solo en siete días cientos de pobladores ocuparon el flanco del Morro Solar que a la playa de La Chira. Ahí en superficies que tienen hasta 45° de pendiente, trazaron con yeso los lotes, dejaron espacio para pistas y levantaron tiendas de campaña tratando de asegurar su posesión del sitio. Por haberse producido esta ocupación en días previos a la elección del 11 de abril, las autoridades no atinaron a repelerlos. Entonces, desde todas partes de Lima, empezaron a llegar hombres y mujeres a quienes no importaba que no hubiera agua, luz ni accesos. Un mar de esperanzadas casuchas de color azul plástico cubrió, lo que fue el punto de acceso del ejército chileno hacia San Juan en enero de 1881.
Los miles de ocupantes no eran movidos por traficantes de tierra ni por candidatos radicales, sino por la simple razón que la pandemia y la recesión económica los ha dejado sin la posibilidad de pagar un alquiler. Así, lo decían madres que lloraban de rabia ante el gigantesco operativo de desalojo. Por eso no fue raro que, del Morro Solar, los pobladores se desplazaran a Lomo de Corvina y volvieran a ocupar los arenales. Ahí rodó hasta la muerte el heladero Juan Carlos Zúñiga.
La historia no es nueva, en el año 2000 miles de pobladores tomaron arenales de Villa El Salvador y el presidente Fujimori no ordenó su desalojo sino su traslado al proyecto Ciudad Pachacútec, que hoy es una de las zonas urbanas más desarrolladas de Ventanilla.
El actual gobierno debería hacer lo mismo, movilizando a los cientos de burócratas del Ministerio de Vivienda y de Cofopri que cobran sus sueldos por teletrabajo, que no incluye otorgar un lote a quienes lo necesitan. Ellos solo tienen que señalar el lugar y empadronar, los pobladores organizados harán el resto. El nuevo asentamiento debería llevar el nombre del poblador fallecido.
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