Editorial
En la época de la carreta

El presidente Francisco Sagasti ha dicho en declaraciones a Cuarto Poder, que confía en la capacidad real del sector salud para reforzar el proceso de vacunación y se tiene experiencia en este tipo de procedimientos, por lo que es posible inmunizar a los ciudadanos. Sin muchas idas y venidas el Gobierno de Argentina informó que este sábado ese país hermano alcanzó el primer millón de personas vacunadas contra la Covid-19, enfermedad causada por el coronavirus SARS-CoV-2.
El mandatario informó que en este momento el Perú tiene firmado un contrato con Pfizer por 20 millones de dosis, con Astrazeneca por 14 millones 40 mil dosis, de la Covax, tenemos el acuerdo preliminar de 13 millones 200 mil y tenemos aquí el millón de Sinopharm. Todo eso suma 48 millones 241 mil dosis hasta el momento En ese contexto, el mandatario recalcó que se viene negociando el segundo tramo de la vacuna de Sinopharm que son 37 millones de dosis, de igual manera se viene negociando con Johnson & Johnson por cinco millones de dosis, y se tienen tratos iniciales con Gamaleya para 10 millones de vacunas.
Toes son meras cifra, pues lo real y lo concreto es que el proceso de inmunización marcha bastante lento en el Perú, excepto los 400 y pico que recibieron las vacunas VIP de china, y en esas cosas nadie nos gana a los peruanos. Tenemos la criollada a flor de piel y por eso es que pícaros y bribones quieren venir a nuestro país a pescar a río revuelto. Cuándo llegará el día en que el Estado sea verdaderamente promotor de trabajo, producción y excelentes servicios a disposición de todos los peruanos. Seguramente que para eso tendremos que esperar el día del juicio final, por la tardecita.
En fin, la pandemia ha servido no solo para desnudar los deficientes servicios educativos y la precariedad de nuestro sistema de salud. Asimismo, para sacar lo mejor y lo peor de los peruanos. Pero más allá de eso, ojalá la pandemia nos ayudara a darnos cuenta que no tenemos un buen servicio de salud, ni un buen sistema educativo porque la infraestructura no está acorde con los tiempos ni con las necesidades de la población.
Editorial
¿Quién debe cambiar?

En las conversaciones cotidianas de los ciudadanos se han instalado dos grandes afirmaciones: «Por Keiko Fujimori no voto ni muerto» y «Prefiero irme del país antes que votar por Pedro Castillo». Las dos reflejan la polarización de la sociedad respecto a la gran decisión presidencial.
Aunque parezca raro, las dos tienen razón. Evidentemente hay un firme antivoto en contra de Keiko, por su pasado cercano autoritario, casi del mismo tamaño que contra Castillo, por representar el «fantasma del comunismo» y la posibilidad de «conversión del Perú en una nueva Venezuela». En lo que los electores se equivocan es en juzgar a los candidatos con ojos de la primera vuelta, cuando la segunda es una nueva y distinta competencia, en la que no son los electores los que tienen que cambiar su forma de pensar sino los candidatos perfilar y afinar su propuesta para tratar de alinearse con las expectativas del electorado.
O si no, recuérdese la elección de 2011, en la que los mismos actores políticos y comunicadores sociales se lamentaban el tener que elegir entre el fuego o la horca, es decir entre Ollanta Humala y Keiko Fujimori. En ese momento, Humala abandonó su propuesta máxima lista de la Gran Transformación y optó por la Hoja de Ruta de siete puntos. Los grandes cambios fueron pasados a segundo plano y la oferta de un precio de 12 soles para el balón de gas y de creación de la Beca 18 y la Pensión 65 reformularon la imagen radical del candidato nacionalista, quien convenció a los votantes de su moderación y obtuvo la presidencia.
Evocando esta experiencia reciente podríamos preguntarnos ¿Qué ocurriría si Pedro Castillo anuncia como Primer Ministro a un político serio y respetable, como Ministro de Defensa a un general institucionalista y como ministro de Economía a un catedrático universitario del más alto nivel?, ¿podría alguien tildarlo de destructor de la economía o del Estado?, difícilmente. De igual modo, ¿qué ocurriría si Keiko Fujimori anuncia un cogobierno no con De Soto y López Aliaga sino con los partidos centristas y ofrece llevar en su gabinete a un probado defensor de los derechos humanos?, ¿alguien podría llamarla dictadora?, muy improbable.
Cualquiera de las dos propuestas podría llamarse Gobierno de Acuerdo Nacional.
Editorial
Los epígonos de Vladimiro

Epígono, m. Persona que sigue las huellas de otra, especialmente la que sigue una escuela o un estilo de una generación anterior.
El fin del acto electoral permite llamar la atención sobre un hecho especialmente preocupante para la democracia: el renacimiento de los métodos turbios de influencia de la opinión pública, ocurrido en los tres últimos meses.
Más allá de la distancia moral que se pudiera tener con el exasesor Vladimiro Montesinos, no se puede negar que fue el inventor de nuevas formas de manipulación masiva: hizo llorar imágenes religiosas, orquestó las carátulas de los diarios «chicha», mezcló los personajes de la farándula y del deporte en la política, inventó las encuestas distorsionadas, entre otras «innovaciones» psicosociales de los procesos electorales del fujimorismo.
Estos métodos revivieron las semanas pasadas: una encuestadora que daba su candidato auspiciador como ganador, hasta con 30% de la votación y al que algunos medios despistados concedían audiencia; un bombardeo en redes sociales en las que el candidato auspiciador insultaba a sus rivales, al gobierno y a los medios de comunicación; versiones falsas de encuestas de opinión en los días de restricción de difusión que lo ponían en el tope de las preferencias. El tinglado se empezó a caer en el momento en que el líder indiscutido del montaje no pudo leer el guion que otros le habían preparado. Cuando su precariedad electoral fue inocultable, lanzó la acusación de fraude para justificar que los resultados no coincidieran con las auspiciosas proyecciones autoelaboradas. Hasta el día mismo del sufragio se hizo aparecer ánforas con votos supuestamente ya marcados, para tratar de convencer a los electores que el gobierno tenía sus candidatos favoritos.
Parte de esta campaña malévola fue presentar a Verónika Mendoza como hija de Nicolás Maduro o miembro de la guardia personal de Abimael Guzmán, usando fotos burdamente trucadas. Pero, se les fue la mano. La demolición de Verónika dejó libre el camino a un desconocido profesor-rondero de Tacabamba, que se alzó con el voto de protesta. Hoy ya han empezado a «terruquearlo».
El drama de los creadores de escuelas, y Vladimiro lo fue de la de manipulación electoral, es que no necesariamente sus epígonos aplican bien sus enseñanzas.
Editorial
Hablaron las urnas

En las democracias, por subdesarrolladas que estas sean, el mandato inapelable es el de las elecciones. Y ayer los peruanos han enviado tres claros mensajes en las urnas que toca analizar a los actores y analistas políticos, comunicacionales y académicos.
Los primeros resultados revelan la primacía de un outsider radical que tiene casi seguro su pase a la segunda vuelta. Este hecho responde a una mala lectura general de los partidos sobre la situación del país. El electorado quería recambio de caras y de propuestas, menos floro y más compromiso práctico. Así, mientras que un candidato se llenaba la boca atribuyéndose ser casi el inventor de las rondas campesinas ayacuchanas en la lucha contra SL, las rondas campesinas reales, las de hoy, y el magisterio provinciano, juntos, han conquistado la primera posición superando a todas las fuerzas capitalinas, incluida la candidata de la izquierda institucional. Un verdadero caso de «desborde popular» comentaría, de estar vivo, José Matos Mar.
Pero esos resultados también han definido que ningún partido político tiene mayoría. Mal haría quien ha obtenido la primera mayoría en creerse el partido ganador, porque en realidad, con 16% del voto válido, tiene potencialmente el 84% de oposición en el electorado y en el Congreso. Este es un claro llamado a la necesidad de apertura y concertación, como lo hemos venido advirtiendo.
Finalmente, el resultado ha decantado tres grupos. Seis partidos principales: Perú Libre, Fuerza Popular, Avanza País, Renovación Nacional, AP y Juntos por el Perú., que dibujan un escenario de empate de fuerzas: 37% los partidos de centro e izquierda y 33% los partidos de derecha. Cuatro partidos concurrentes: Victoria Nacional, Alianza para el Progreso, Podemos Perú y Partido Morado, juntos suman un 20% y, por esta razón, podrían ser decisivos en la segunda vuelta. Ocho partidos descartados: los que, a sentir de los votantes, en los últimos años no han dado la talla para representarlos adecuadamente y que, incluso, perderían su inscripción: Somos Perú, PPC, Partido Nacionalista, UPP, Democracia Directa, Frente Amplio, Perú Patria Segura y RUNA.
De los dos partidos que entrarán en la segunda vuelta, el que lea mejor estos mensajes será, sin duda, el ganador de la presidencia.
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