Uno no va a rendirse

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    César Lévano

    Esta vez, el crimen va contra todos nosotros, los que escribimos y los que leemos este periódico libre, y todos vamos a defenderlo.

    “Uno busca lleno de esperanzas”: Al maestro César Lévano le quieren arrebatar el derecho de dirigir este periódico. Alguien, valiéndose de argucias legales, ha logrado prohibir el uso del nombre con que esta tribuna se creó y trata incluso de invalidar cualquier otro apelativo que se le parezca.

    No es la primera vez que alguien juega con ventaja contra el veterano periodista, escritor, maestro universitario y luchador social quien, a sus ochentitantos, resiste. “Sabe que la lucha es cruel y es mucha, pero lucha y se desangra.”

    Hará cinco años, el rector de San Marcos lo despidió de su puesto en el centro cultural de esa universidad. Alegó la avanzada edad de Lévano, y a lo mejor tuvo razón toda vez que el periodista era mayor que él sobre todo en inteligencia moral.

    Otra vez, algunos infames trataron de intimidarlo dejando en la redacción del periódico un par de coronas de muerto. Lévano continuó su rutina diaria… y sus enemigos no se atrevieron a tocarlo.

    Tampoco es la primera vez que este tipo de atentados ocurren en la historia del Perú. Recordemos que un grupo de “valientes” oficiales de nuestro ejército asaltó y apaleó a José Carlos Mariátegui quien se encontraba en su silla de ruedas.

    Esta vez, el crimen va contra todos nosotros, los que escribimos y los que leemos este periódico libre, y todos vamos a defenderlo.

    Voy a contarles por qué escribo aquí: Soy periodista desde que tenía 11 años de edad y laboraba como corrector en “La Unión”, la centenaria voz de la provincia de Pacasmayo. En ese y en los otros periódicos, he aprendido a manejar con soltura todos los métodos de impresión pasando por la tipografía, el linotipo y el mimeógrafo.

    Mi única escuela de periodismo ha sido la práctica, y mis maestros, los colegas con quienes he trabajado. En “La Unión”, Manuel Pastor Ríos, propietario y director del periódico desde hacía 40 años, me dijo una vez: “Eduardo: cuando escriba, no tema a los infames. Los periodistas valientes hacen y escriben historia. Los infames solamente añaden unas líneas a su futuro obituario.”

    Por eso, trabajando con César siento que hago historia y que la vivo. Desciende él de una estirpe de revolucionarios que desde hace siglo y medio pelea por construir una patria más libre. Y cada semana, cuando redacto mi artículo del domingo, siento que estoy colaborando en alguna publicación libertaria y sublevante, como “Los Parias” de González Prada, “La Protesta” de Abraham Guerrero, “La Antorcha” de Julio Reynaga o “La Razón” de Benjamín Pérez Treviño.

    Estos periódicos iluminaron el amanecer del siglo XX y transmitieron a los trabajadores manuales e intelectuales del Perú la luz del nuevo destino por el que debía combatir la humanidad.

    La primera imprenta revolucionaria de América latina trotaba sobre una mula. La trajo Simón Bolívar. La usaba José Faustino Sánchez Carrión. Llevaba de pueblo en pueblo las consignas libertarias y cambiaba de nombre cada vez que era necesario. Y sin embargo, la gente reconocía que ese periódico era el suyo.

    Lo mismo está pasando con este diario. Pueden obligarnos, coaccionarnos, tratar de acabar con nuestro director, pero eso no va a servirles porque no se rinden ni Lévano, ni este diario, ni sus periodistas, ni sus lectores.

    No nos vamos a rendir porque cada vez que nos quitan un derecho recordamos que no hay primera sin segunda y cantamos ese tango según el cual: “Uno busca lleno de esperanzas el camino que los sueños prometieron a sus ansias. Sabe que la lucha es cruel y es mucha, pero lucha y se desangra por la fe que lo empecina…”

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